Junto a su compañero de reparto Ubaldo Huamán en Lima 13
La carrera de Élide Brero incluye televisión, cine y teatro. Se casó a los 28 años, dio a luz a dos hijos y ha visto crecer a cinco nietos. En el 2012 fue convocada para tres películas y dice tener energía para más.
Texto: María Isabel Gonzales.
Fotografía: Rubén Grández.
Fotografía: Rubén Grández.
Cuando Élide Brero recuerda las anécdotas detrás de filmaciones y estrenos de este año, cuenta que todo empezó con una conversación con la directora Joanna Lombardi en la sala de su casa. Mientras tomaban café, Joanna intentaba convencerla de hacer el papel de 'Pilar' en Casa dentro. A la vez Élide trataba de advertirle que "era sorda, hacía mucho que no hacía cine y no sabía cómo iba la memoria". Pero Joanna era insistente, seguía contándole cómo serían las grabaciones. En algún momento de la conversación, Élide recordó su primer rol para la pantalla grande. El director era Francisco Lombardi y la película Caídos del cielo. Fue como ver un pequeño trailer de una parte de su vida. Eso le bastó para aceptar la oferta.
Las siguientes propuestas de actuación, en Lima 13 y Viaje a Tombuctú, fueron llegando una a una, sin atropellarse. Recuerda que el director Fabrizio Aguilar la llamó para un casting y ella se sorprendió porque creía que ya se había graduado de hacerlos. Terminó por ir a su oficina para enterarse del proyecto. Una vez allí, Fabrizio le dio una hoja con un diálogo del guión. Le pidió que lo memorice. Ella lo miró y, con esas maneras que bordean entre el 'cuadre' y el 'vacilón', le dijo: "Ay, te pasaste, si me lo acabas de dar. ¿Acaso a ti te dan un papel y te lo memorizas?". Así le aceptaron que leyera el papel en la prueba y a los tres días le dijeron que era la elegida. Desde aquel momento sabía del desnudo del personaje. Pero ella, como ha resuelto todo en la vida, no le dio muchas vueltas. Ahora recuerda que una amiga le comentó que su hijo ya no iba a poder mirarla a la cara. "Dile que me mire a la cara si eso es todo lo que me tiene que mirar", le respondió.
En el último día de grabación de Lima 13, la llamó Rossana Díaz, directora de Viaje a Tombuctú. Le contó de qué trataba la historia y, casi incrédula de que le llegaran tres proyectos al hilo, dijo que sí. Antes de seguir contando sus avatares del 2012 aclara que no se cree una diva y que si este año se animó a encarnar a tres mujeres ha sido porque le gustaron las historias y sus apasionados directores. Y sobre todo para contagiarse de la energía de cada equipo. “Me gusta andar con los jóvenes porque me dan vida. En cambio los viejos te hablan de fútbol o política y de que ya no nos arregla nadie. Eso me da pica".
También acepta que trabajar en estas películas –y estar dispuesta a seguir haciéndolo– es porque el teatro, donde empezó su carrera, es mucho más demandante por naturaleza. Por más audaz que sea tiene que cuidarse. "Tengo todo lo que una persona de mi edad puede o no tener. Es decir, no tengo apéndice, no tengo vesícula y tengo divertículos. Uso audífonos en ambos oídos y tengo dientes postizos". Reconoce que, aun cuando las grabaciones no han sido extenuantes, igual se siente agotada, y en un mes de tanto ajetreo como diciembre la fatiga se hace más evidente. Lo que más le gusta es que la reconozcan en la calle. "Me encanta que me saluden. ¡Qué más quiero! En las grabaciones como soy viejita todos me ponen el brazo, me engríen", asegura.
Sangre de artistas
Élide es la madre de Gianfranco Brero, uno de los actores peruanos más reconocidos. Y está orgullosa de eso. Entre las fotos familiares tiene un retrato de Gianfranco sosteniendo la Concha de Plata al mejor actor en el Festival de Cine de San Sebastián. Recuerda cuando ella y su esposo, Aldo Brero, llevaban a él y a su otra hija a los talleres de teatro que empezaron en los años 60 con el actor Ricardo Blume. A veces el profesor llamaba a Gianfranco al escenario para que apoye en las voces y él lo hacía con gusto.
Después de esta anécdota no hay que equivocarse: Élide puede estar orgullosa de Gianfranco pero no tiene preferidos. Conoce bien a su familia y está feliz de tener una nieta productora y otra que ya terminó la carrera de actuación. Desde hace tres años vive en casa de su hija y, aunque está cómoda, también ha tenido que ir acostumbrándose a sus idas y venidas. Vivir en compañía luego de 20 años de estar sola no es sencillo. Cuando Aldo murió decidió quedarse en el departamento que había compartido con él y valerse por sí misma.
Cuenta que el nombre con el que todos la conocen: 'Élide Brero' no es un seudónimo. Adoptó el apellido de su esposo porque en la época era usual. Su nombre completo es Élide Pinasco D'Onofrio. Pero "Élide Pinasco de Brero era muy largo" y menos se iba a quedar con "Élide P de Brero", porque ella "no era la 'P' de nadie". Al escuchar este relato pareciera que nada le causa muchos aspavientos. Pero lo cierto es que en sus inicios como estudiante de actuación le daban ataques de pánico. Una vez se bajó de un escenario en pleno taller de Ricardo Blume porque no recordaba sus líneas. "Tenía miedo de hacer el ridículo. Soy muy autocrítica. Ahora cuando me veo en la pantalla siempre pienso que debimos hacer la escena otra vez y me veo más vieja. En una escena de Casa dentro mis manos parecían garras".
Resulta más inverosímil enterarse de que una joven Élide no pensaba en ser actriz. Después del colegio, como una chica en la segunda mitad de los años 30, su rutina consistía en leer y salir con las amigas y la familia. Luego se fue a trabajar con su papá en la tienda de telas de la familia Pinasco. Era él quien la llevaba al cine y al teatro. A su lado descubrió a las compañías que hacían giras por Lima. Su mamá murió cuando ella tenía doce años y su papá nunca la dejó convertirse, al ser la mayor de siete hermanos, en la segunda mamá. "A veces mi abuelo me decía que a mis hermanos les faltaban botones. Mi papá no hacía caso y me decía que me fije qué daban en el cine".
Después de ese hombre que la crió, fue su esposo, Aldo Brero, quien le dio otro empujoncito hacia el arte. Irónicamente él era todo lo que no quería en un compañero: "más joven, ingeniero, italiano e hijo único de madre viuda". Pero lo que descubrió con el tiempo es que en realidad era un apasionado de las artes. Por eso es que a los cuarenta años, convencida por él, llevó clases de actuación. Cuando fue a la prueba de Lombardi para Caídos del cielo en el 89', una vez más convencida por su esposo, no hubiera imaginado lo que estaba por suceder. Al día siguiente Aldo falleció de un paro cardiaco. Después de quince días le ofrecieron el papel de una anciana que había enterrado a su hijo una década atrás y aún guardaba luto. "Separé mi personaje de la vida real porque soy 'antiluto'. Los muertos se entierran y lo que queda es lo que viví con esa persona".
Recuerda que le pidió ayuda a Gianfranco para practicar el personaje. "Piensa en alguien que no sea acelerada como tú", le dijo él. Empezó a practicar cuando iba a comprar fruta. Se ponía unos taquitos y pedía todo de buena manera. Las vendedoras le preguntaban si se sentía bien.
Antes de despedirse cuenta que la cocina ya no es su fuerte y que tampoco puede coser mucho, pero muestra su pantalón con orgullo. "Era de Aldo y yo lo reforme. Ahora como pasatiempo me queda algo de croché". Para terminar, solo quiere reiterar su mensaje a los directores de cine: "Si quieren una viejita, acá estoy". Porque para el cine le sobran ganas.
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