Savia, el horror del
caucho
Aunque la historia insista en
reducirla a una época de bonanza desperdiciada, la fiebre del caucho originó un
genocidio en los márgenes del río Putumayo. Un siglo después, el teatro punza
la herida y nos acerca a la selva, ese follaje lejano que depredamos con
descaro.
A María Josefa (Cindy Díaz) la secuestraron, y
quemaron a su familia en la maloca. Le enseñaron español, blanquearon su tono cobrizo
con polvos, y la instalaron como sirvienta y puta doméstica. Un buen día, sin
razón aparente, después de exhibirla en ferias como la 'nueva mujer amazónica',
la degollaron.
A la 'Mujer' (Evelyn
Allauca), por liderar una rebelión, le arrancaron la cabeza, la envolvieron en
una bandera, y le prendieron fuego.
A la 'Niña' (Alejandra
Bouroncle), unos barbudos la raptaron de los brazos de su madre para violarla a
su antojo y ofrecerla a comerciantes y caucheros por unas monedas. Un par de
abortos después, la 'Niña' salió embarazada y decidió callar. La descubren y,
acto seguido, la decapitan.
Las tres murui –etnia
de la amazonía peruana y colombiana a la que llamamoshuitoto coloquialmente–
han perdido la cabeza. Sus cabezas, metáfora de su pisoteada identidad
cultural, se alojan en las entrañas de Don Jesús (Leonardo Torres), un anciano
moribundo, atacado por la uta. Apenas restos del poderoso y salvaje hombre que
fue: un cauchero despiadadamente próspero que por cada tonelada de caucho, el
oro blanco del siglo pasado, mataba a diez indios.
En
aras de la civilización y el progreso, azotaba a sus esclavos, los obligaba a
comer partes de su cuerpo y, cuando no estaba de muy buen ánimo, arrojaba sus
incineradas cabezas a los perros.
No
es ficción esta brutalidad. Ocurrió. En las escuelas solo es una página
superficial donde se lamenta un boom desaprovechado, entre los últimos años del
siglo XIX y los primeros del siglo XX.
La educación, muchas veces empecinada con imbecilidad en
cuidar las formas, ha suprimido el genocidio de más de 40 mil
nativos, en la frontera entre Perú y Colombia, en las riberas el río Putumayo.
Julio
César Arana es
el cauchero riojano, nacido en 1864, fundador de la Casa Arana, posteriormente
conocida como la Peruvian Amazon Rubber Company, tras la participación de
capitales británicos, quien cometió esta barbarie.
Y
aunque afrontó sonados juicios, incluso en Londres, salió bien librado al punto
de ser senador por Loreto durante el Oncenio de Leguía. Murió en Lima a los 88
años, en 1952, sin haber pagado sus crímenes en esta vida.
La
ficción, reivindicativa, se las ingeniará para que Don Jesús, personaje
inspirado en Arana y la xenofobia de Donald Trump, no se marche, inconsciente.
De
eso se encargarán María Josefa, la 'Mujer' y la 'Niña', quienes solo podrán
recuperar sus 'cabezas' si purgan la memoria del viejo cauchero antes de los
suspiros finales.
Sesión de ayahuasca
Salvo
Alejandra Bouroncle, ni Cindy Díaz ni Evelyn Allauca tenían una relación
estrecha con la selva. La desconocían como el común de capitalinos.
Cindy
había rodado Planta Madre (2014) en Iquitos, pero nunca se internó en la selva.
Y Evelyn ni siquiera había pisado la amazonía.
Alejandra,
por su parte, vivió su primer año en Iquitos, adonde fue destacado su abuelo,
como militar, y regresó un par de veces, durante su infancia, pero no más.
¿Cómo
podían, entonces, encarnar a tres nativas del pueblo nativo más golpeado en la
era del caucho? ¿De qué manera transmitirían genuinamente el horror de las tres
murui?
Luis
Alberto León, dramaturgo que celebra su condición de aprendiz,
tenía claro de que en esta segunda obra de su trilogía (empezó con La cautiva,
en el 2014) sobre episodios cruentos de nuestra historia ameritaba 'conectarse'
de una forma más auténtica con la amazonía. Devorar los pocos libros y
documentales al respecto ayudaba pero no bastaba.
Acudieron
al llamado de la ayahuasca, planta madre, sabia y sagrada, una noche de inicios
de junio. La sesión la dictó un maestro muy joven de la comunidad de San
Francisco, Pucallpa, en la misma sala de ensayos en Barranco.
Hubo
preparación previa: dieta y abstinencia sexual. La experiencia, aunque
distinta, evidentemente, resultó reveladora. Se descubrieron enfrentándose a
sus complejos y temores.
"No
me sentía tan satisfecha conmigo misma porque me faltaban muchas cosas por
lograr, pero la planta me dijo: 'Tienes lo suficiente para ser feliz'. Fue
mágico. Lloré mucho", cuenta Cindy, quien vio a un cóndor sobrevolando
montañas y flores.
Allauca
se acercó a la planta con una duda existencial: quería saber cuál era su peor
defecto.
"Pensé
que era la envidia pero la planta me mostró que es la desconfianza. Es algo con
lo que debo luchar", reflexiona.
A
diferencia de Cindy y Evelyn, Alejandra Bouroncle conocía la planta. La había
bebido a fines del año pasado, junto con dos amigas, en Pucallpa. Pero aquel
primer acercamiento había sido adverso.
"Cuando
la pasas mal es por algo. En esta segunda vez me sentía muy bien, preparada,
para recibir a la planta. Y así fue. No fue una intromisión, sino más bien un
viaje perfecto", dice Alejandra, quien no puede olvidar la significativa
imagen de una araña tejiendo mandalas.
Cinco
meses después, el último martes, fecha del debut, las tres pusieron carne y
alma para transmitir el espanto.
"Tanto
nos abusaron y nos quitaron que ya no nos recordamos nada, ni de nuestro
sufrimiento nos recordamos", lamenta la 'Mujer'.
Las cabezas de Savia
Un
año tardaron Luis Alberto León y la directora Chela de Ferrari para moldear
Savia.
Artistas
plásticos los dos fueron seducidos por el teatro en la segunda juventud. Y
aunque se conocían desde hacía años por montajes del teatro La Plaza, donde De
Ferrari ejerce como inamovible directora artística, fue recién en el 2014, con
La cautiva, que se dieron cuenta de su química creativa.
"La
poética de 'Pepo' (León) es tan cruda que permite trabajos perturbadoramente
bellos. Es generoso, pues me permite entrar en su universo y
apropiármelo".
Con
los aportes de los investigadores Wilton Martínez y Diana Galván, ambos
cuestionan la mirada citadina de la amazonía.
"La
selva sigue siendo un lugar lejano para explotar y depredar. Es un campo de
batalla comercial. Una tierra incógnita, amenazante y salvaje. No comprendemos
que las culturas amazónicas poseen un conocimiento ancestral que podría nutrir
considerablemente nuestra percepción de las cosas", sostiene 'Pepo' León.
No
es palabrería lo suyo. El artista plástico huitoto-bora Brus Rubio pintó un
cuadro descarnado a propósito de Savia, que recibe a los espectadores en la
sala del teatro La Plaza. Por si fuera poco, su madre, la actriz bora Marlena
Churay, tiene una intervención valiosa en el curso de la obra. Y en su idioma
nativo, por supuesto.
"Es una frivolidad que en los
libros de historia no se incluya este genocidio. ¿Qué decimos
con esa ausencia?", cuestiona Chela de Ferrari, quien ha prometido visitar
la comunidad de Marlena en Pucaurquillo, en la provincia de Ramón Castilla, a
cinco horas de Iquitos en 'peque peque'.
La
única vez que De Ferrari visitó la selva fue hace unos años, junto con sus
hijos, en un viaje netamente turístico. En casa jamás se habló de ese
territorio detrás de los Andes.
"Quiero
creer que si nuestros niños conocen esta barbarie nos acercaremos más como
país". A plantarle cara al horror de María Josefa, la 'Niña' y la 'Mujer'.